Atacar la libertad
Esta vez me ha tocado personalmente la arbitrariedad de los poderes públicos. A partir del lunes no podré salir legalmente de mi barrio porque el área del centro de salud que me corresponde y al que no he ido nunca es de las elegidas para testar la paciencia de los ciudadanos.
No trabajo allí, no hago la compra allí, no tengo amigos en mi barrio, mi familia tampoco vive allí. Trabajo en varias ciudades alrededor de Madrid, hago la compra y deporte en ellas, y la gente con la que he podido coincidir es toda de otras zonas. Cuando me muevo, lo hago en coche y no me mezclo con nadie. Me han hecho un test y no tengo el virus en cuestión. Voy con mascarilla por todos sitios, tengo las manos en carne viva de tanto gel hidroalcohólico que utilizo por hectólitros, y saludo a la gente como uno de los mosqueteros, inclinando la cabeza y haciendo una grácil reverencia.
¿Qué motivo sanitario puede haber para coartar mi libertad y confinarme nuevamente?
Es más, hay medidas liberticidas que claramente van en contra de lo que se está diciendo que hay que hacer. No digo solo que no aporten, sino que directamente restan. Sin embargo, restringiendo las libertades de las personas queda patente que están haciendo algo.
Muchas veces, no hacer nada es lo mejor que se puede hacer.
Voy a poner un sólo ejemplo, aunque todos seguro que podemos poner docenas. Mascarillas por la calle cuando no hay aglomeración de gente. Estamos cansados de la mascarilla, necesitamos respirar! Las horas de trabajo, trasladándote, en las tiendas, haciendo la compra, en el gimnasio.. siempre la llevas puesta. Constántemente. Que es lo que ocurre? Que buscas el espacio donde puedes quitártela con la tranquilidad de que no te metan la mano en el bolsillo para respirar un poco de aire fresco. Y este espacio es donde se producen los contagios! Nos dicen que en el exterior es más seguro; ventilado, con más distancia y por tanto mucho menor riesgo. Sin embargo, quedamos en casas o corremos a las terrazas de los bares que es justo donde vamos a estar más juntos.
Hace poco, pero cuando ya había empezado esta locura de mascarillas, iba paseando solo por el paseo de la playa de un pueblo de Murcia. Era tarde, y no había nadie alrededor, así que me bajé la mascarilla. Al menos en 100 metros a la redonda estaba solo. Se me acercaron 2 señores con una identificación del Ayuntamiento a llamarme la atención, así que me puse la mascarilla, y caminé los 100 metros que me quedaban hasta el chiringuito en donde había como 25 personas sentadas, y me la pude quitar con total tranquilidad.
Esto por supuesto, si no nos ponemos a comentar que se restrinjan aforos de negocios, pero desde las administraciones se siga fomentando el uso del transporte público.