domingo, julio 7, 2024
OpiniónSalud

Que viene el coco, o tal vez no

Quiero comenzar este artículo parafraseando a Shakespeare en Hamlet cuando dijo “algo huele a podrido en Dinamarca”. Para ello voy a utilizar la misma frase, pero cambiando el nombre del país regado por el Báltico, por el que es a todas luces el tema más popular de las conversaciones a día de hoy, el coronavirus. Y lo digo porque no sé muy bien a qué huele pero, sea lo que sea, el tufillo no es agradable al olfato porque “algo huele a podrido en el coronavirus”.
Todo empezó como algo exótico que estaba ocurriendo en Wuhan situado en la China profunda, lejos incluso de las supermodernas y archiconocidas Pekín y Shanghái. Para la gente de la calle, la mayor de las preocupaciones en aquellos momentos fue “cómo era posible que los chinos levantaran un hospital para no sé sabe cuántos miles de personas en diez días, cuando nosotros no somos capaces de hacer un colegio en un par de años”. Todo eran chascarrillos populares, entrelazados con algunos comentarios y, en algunos casos, actuaciones racistas y xenófobas contra todo aquel que tuviera los ojos rasgados. Si para nosotros, la gente de a pie, el tema era motivo de chanza, ni que decir tiene el poco interés que parecieron mostrar los gobernantes europeos al respecto, y en consecuencia las nulas medidas que pusieron en marcha para evitar la más que posible expansión del virus, pese a las advertencias de la OMS.
Poco a poco, los contagiados fueron aumentando de mil en mil y la mortalidad ya se contaba de cien en cien, pero estos datos a nivel popular todavía eran apenas irrelevantes. Eran muchos los que decían “son tantos los chinos que, por poco que pase, siempre afecta a muchos”. Pero el virus seguía su expansión, en poco tiempo alcanzó a los países limítrofes Corea y Japón. Sin tener en cuenta que el 90% de los productos de consumo que circulan por Europa vienen de ese país y, sin haber tomado ninguna medida preventiva en el control de viajeros y productos, apareció el primer contagiado en la casi vecina Italia.
Mientras en el continente se seguía aplicando la política de laissez faire, lo que fue un primer caso aislado en pocos días se convirtió en un brote que iba creciendo desenfrenadamente por el norte de Italia. Lo que para los medios de comunicación era un asunto que apenas tenía un leve tratamiento en los noticiarios, se extendía con una rapidez inusitada por los países de la Comunidad Europea.
Frente a todos estos acontecimientos, los mensajes que en todo momento nos estaban transmitiendo al unísono todas las autoridades europeas eran los mismos. Reiteraban una y otra vez las continuas llamadas a la tranquilidad: aún es pronto para tomar medidas que pueden alarmar “sin sentido” a la población; que si en realidad la enfermedad es muy parecida a la considerada como gripe normal; que
los casos mortales son porcentualmente inferiores a la gripe de siempre y sólo ocurre en personas muy mayores o pacientes con otras patologías; que no hay motivo de preocupación, que el sistema sanitario europeo, y concretamente el nuestro, puede con esto y con más; bla, bla, bla…
¿Qué es entonces, lo que ha cambiado para que a día de hoy, once de marzo de 2020 se abran los noticiarios con el coronavirus, llegándose a convertir algunas cadenas incluso en monotemáticas? para que ahora, de pronto, se hable de pandemia y de colapso en las UVIs hospitalarias. Que se impida el transito de viajeros a Italia. Que se cierren todos los centros educativos, desde las universidades a las guarderías y que se prohíban las concentraciones de mas de 1000 personas, sean de lo que sean, afectando a eventos deportivos, culturales, políticos y reivindicativos. Que se vacíen las estanterías de los supermercados, haciendo la gente acopio de víveres como si estuviéramos a las puertas de una guerra civil. Que se llegue a hablar de confinamiento y lo que es más preocupante, Que no se hable de problemas de salud y que sean los mismos poderes fácticos quienes vaticinen como una consecuencia del virus, una nueva recesión económica como la de 2008 y se inste a los gobiernos a tomar nuevamente medidas preventivas.
La respuesta simplista a esta pregunta está servida: el número de contagiados ha crecido de forma exponencial y ha obligado a los gobiernos a tomar medidas excepcionales en una situación excepcional. Para los más conspirativos, es seguro que todo el desarrollo de esta pandemia está inmerso en un plan diabólico contra algún enemigo político o económico. Lo que sí es una auténtica realidad es que se trata, otra vez más, de un claro donde dije digo, digo diego.
Podía seguir hablando más del tema. De las siempre polémicas y tardías medidas tomadas, de las acusaciones entre unos y otros, de algunas escandalosas propuestas, pero no nos llevaría a ninguna aclaración. De este asunto como todos los que suceden en nuestro país, se opina siempre de forma condicionada ya sea por prejuicios, por nuestro intolerable afán partidista o por los temores heredados. No sé si este será uno de esos temas que nunca llegaremos a conocer a ciencia cierta, de lo que si estoy seguro es que, no tardando mucho, aparecerá una vacuna o remedio y que se controlará el brote. Y entonces para algunos (los europeos-españoles, depende de quien diga el discurso) seremos los mejores para afrontar y solucionar crisis tan difíciles como esta. Pese a que lo que se ha hecho se hizo tarde y mal, y que se podría haber hecho mucho mejor si los que lo han hecho no fueran políticos amateurs, y en su lugar hubieran estado los que sí saben hacerlo…. Creo que me ha salido una frase rajoyniana.
A mí, en cambio, siempre me quedaran algunas dudas, que planteo en forma de pregunta:
¿Por qué lo que en un principio era una nimiedad (contagiosa, pero nimiedad) ha logrado que el mundo entero, ya sea social, médica o económicamente entre en pánico?
¿Por qué no se tomaron en su momento medidas preventivas y ahora todo se hace deprisa y corriendo, sin conocer mínimamente cual va a ser el desenlace de las mismas?
¿Pretenden someternos a nuevos ajustes, escudándose en las consecuencias de un virus?
¿Es esta una consecuencia más de la globalización descarnada y planificada minuciosamente por el capitalismo más beligerante?
¿Qué consecuencias van a tener a corto y medio plazo en nuestra economía, las medidas tomadas por los gobiernos?
¿Otra vez vamos a ser los mismos quienes paguemos las consecuencias, primero sanitarias y luego socioeconómicas de un problema que no se ha sabido atajar?
¿Dónde van a estar dentro de unos meses esos neoliberales, que en su argumentario pretenden privatizar la sanidad y proclaman la no intervención del Estado, cuando ahora están vociferando por las esquinas para que el gobierno tome medidas e intervenga?
¿Con que cara se van a presentar ante nosotros todos esos políticos que han acabado con mas de tres mil camas en los hospitales de la Comunidad de Madrid y han externalizado gran parte de los servicios sanitarios en los últimos años? ¿Qué dirán cuando se colapse el sistema sanitario que ellos han tratado de privatizar, y aprovechen el desastre para acusar al oponente político y hablar de rentabilidad?
Y por último ¿nos va a servir de aprendizaje esta crisis médico-financiera de cara a futuros problemas similares para entender que con la salud no se juega ni se especula?
Seguro que muy pocos querrían aclararme estas dudas, por eso no me queda otra y me remito al principio: algo huele a podrido en él coronavirus…

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